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Antel y el monopolio de las telecomunicaciones "Historia en cuatro actos"

Foto del escritor: Agrupación 19 de octubreAgrupación 19 de octubre

PRIMER ACTO: 

SANGRE Y BARRO

Hay quien cree que este enredo de las telecomunicaciones y la interactividad es una novelería de los muchachos más jóvenes. No obstante, si nos remontamos al pasado, nos encontramos con los cables eléctricos desde muchos años antes de que naciera la patria.

En 1830, cuando en la plaza Matriz se juraba la Constitución , el ciudadano inglés Faraday, un norteamericano que se apellidaba Henry y un alemán llamado Gauss inventaban un método para enviar información por electricidad.

Don Frutos

Ocho años después, en la Banda Oriental, un presidente y caudillo llamado Fructuoso Rivera había dejado las arcas del país exhaustas. Este general, don Frutos, que luchó con y contra Artigas, con y contra los brasileros, con y contra los caudillos federales, con y contra Lavalleja, perdió en la Batalla de Carpintería, ganó en Palmar y en Cagancha y perdió nuevamente en la gran Batalla de Arroyo Grande. Fructuoso fue el primer prócer que, como dijo una cosa, dijo la otra.

Mientras Rivera, Manuel Oribe y Lavalleja disputaban a lanza y cuchillo entre montes indígenas y riachuelos, refugiándose entre coronillas y talas, ocultándose entre los camalotes y respirando con cerbatanas, Samuel Morse patentaba el telégrafo.

Unos años después, en 1944, cuando Giuseppe Garibaldi comandaba la flotilla del gobierno durante el Sitio de Montevideo, se tendía la primera línea telegráfica Baltimore-Washington.

Artigas, Protector de los Pueblos Libres

Cuando acababa de morir el general José Artigas (23-9-1850), se tendía el primer cable submarino bajo el canal de La Mancha y en pocos meses lo seguían otros muchos en las profundidades del mar Mediterráneo.

Cuando en los mares del mundo empezaban a cruzarse cables trasmisores de aplicaciones eléctricas, en nuestro país Rivera y Lavalleja continuaban sus andanzas, se terminaba la Guerra Grande, se introducían los primeros ovinos y perdíamos las Misiones Orientales por el tratado con Brasil. Recién 100 años después, en el césped de Maracaná, logramos vengarnos de esta derrota.

En 1853 el presidente Giró nombró un triunvirato con él mismo, Fructuoso Rivera y Juan Antonio Lavalleja, quienes fallecieron, curiosamente, de muerte natural en cosa de pocos meses.

Dos años más tarde, en 1855, se realiza en Montevideo la primera prueba de telegrafía del Río de la Plata. Se trataba de la trasmisión de señales entre el Cabildo de Montevideo y la casa del empresario francés Berthonnet, antiguo legionario de la Guerra Grande.

Un año después, en París, se funda la Unión Telegráfica Internacional en la Primera Conferencia Telegráfica Internacional. En la misma participan veinte países europeos y se aprueba el Primer Reglamento Telegráfico Internacional.

En 1858, el primer cable submarino transatlántico une en sus extremos Irlanda y Terranova. Lo inauguró un saludo de la reina Victoria de Gran Bretaña al presidente Buchanan de Estados Unidos.

El general Leandro Gómez

En 1864, al mismo tiempo que las tropas del imperio brasilero invadían Uruguay y Leandro Gómez moría en el sitio de Paysandú, se tendía el primer cable submarino uruguayo, resultado de una concesión a dos británicos que conectaron Colonia y Buenos Aires (24 millas marinas). Dos años después se inauguró el servicio de telegrafía mientras se tendían 160 millas de cable aéreo hasta Montevideo.

En 1865 se establecía el primer servicio de telefax sobre líneas telegráficas entre París y Lyon y en 1868 se realizaba la segunda conferencia de Viena.

En 1870 el telégrafo ya era la tecnología dominante junto con el ferrocarril y el vapor, y en ese año se completó la conexión por cable submarino entre India y Londres.

Aquí se iniciaban los tiempos del Uruguay moderno. En la campaña pasamos en pocos años de poseer 2.000.000 de cabezas de ganado a tener 5.000.000.

La Revolución de las Lanzas

Pero aquí, en los alrededores de Montevideo, se desarrollaba la más sangrienta de las guerras civiles, la Revolución de la Lanzas.

Blancos y colorados se enfrentaron en las afueras de la capital. Timoteo Aparicio y Anacleto Medina sitiaron Montevideo; Gregorio Suárez burló su asedio y los derrotó en Sauce. Dice la leyenda que Gregorio Suárez mandó degollar a los vencidos y ordenó que la banda musical de las fuerzas derrotadas tocara su música mientras sus compañeros eran asesinados. A Goyo no les gustó la música y ordenó degollar también a los músicos.

Mientras esto sucedía en Paso Severino, en el Cerrito, Pando y Sauce, en el hemisferio norte nacían empresas multinacionales poderosísimas, extendiéndose por los confines del imperio británico.

Ericsson y Western Union ya tenían en ese entonces un cuarto de siglo y contaban con miles de empleados y el telégrafo tenía un enorme impacto en el comercio, el transporte y la guerra.

Sería por eso de las comunicaciones y la guerra que en esos mismos días de la Revolución de las Lanzas, por resolución del 6-5-1870, se autorizó al “Telégrafo Oriental” a tender una red entre Artigas y Montevideo con puntos intermedios. El decreto 1.131 de ese año exoneró de contribuciones por diez años a las empresas telegráficas.

En 1872, en Roma, se realiza la tercera Conferencia Telegráfica Internacional y en 1875, en San Petersburgo, la cuarta.

El teléfono de Graham Bell

En 1876 se adopta en Uruguay, durante la dictadura de Lorenzo Latorre e impulsada por José Pedro Varela, la Reforma de la Educación Pública. En Estados Unidos, Alexander Graham Bell solicita patente para sus “mejoras al telégrafo”. Nace así el teléfono que estaba siendo probado en varios países del mundo y el chanta de Bell se apodera de las ideas de otros. Se trata, como lo indica su patente, de una “aplicación” de la infraestructura telegráfica, tal como hace 30 años internet era una aplicación de la infraestructura telefónica.

Un año después nace AT&T, que hoy vuelve a ser la empresa más grande del mundo de las telecomunicaciones.

En los últimos años del siglo XIX se da una explosión de la comunicación alámbrica en nuestro país. En estos años se produce la primera norma penal sobre violación de correspondencia telegráfica, se realiza la primera llamada telefónica del Río de la Plata sobre las redes de una compañía llamada Platino Brazilian entre Montevideo y Canelones; se constituyen la primera empresa telefónica privada en Uruguay, Compañía Telefónica y Luz Eléctrica del Río de la Plata, y la segunda, denominada La Uruguaya; el Estado uruguayo ingresa a la explotación telegráfica al financiar la compañía privada del Telégrafo Nacional y se crea la Oficina de Claves y Comunicaciones Telegráficas como órgano competente en esta suerte de coparticipación público privada.

En 1890, ya la Compañía Telefónica de Montevideo había adquirido las dos preexistentes, y un año después el Telégrafo Nacional tenía 4.367 km de recorrido, 22 empleados y traficaba 232.587 despachos por año.

También en 1890 se tiende un cable submarino telefónico entre Montevideo y Buenos Aires(Colonia-Punta Lara).

En 1891 se estableció la primera empresa telefónica del interior: La Sanducera.

El 17 de marzo de 1992, el Estado nacionalizó la Compañía del Telégrafo y la anexó al Correo Nacional.

En el año 1896, durante la presidencia de Juan Idiarte Borda se dictó el decreto “Reglamento para la construcción de líneas telegráficas y telefónicas nacionales”. Dicho decreto pone toda la infraestructura privada y pública bajo la Superintendencia de la Administración de Correos y Telégrafos. El artículo 42 señala que “no se permitirá en ningún caso que las redes telefónicas del Estado se liguen con líneas pertenecientes a empresas privadas”.

Ya en 1900 el telégrafo-teléfono tenía en Uruguay 5.700 km de red y remitía 400.000 despachos anuales.

En esos años no había ningún producto comercial que alcanzara esos niveles de consumo. Ni el papel, ni el jabón, ni los cuchillos, ni la yerba mate, ni la caña brasilera, ni la creolina ni las balas alcanzaban el volumen de los despachos telegráficos anuales.

SEGUNDO ACTO: CRÓNICAS DEL NOVECIENTOS

Hasta aquí nunca había gobernado don José Batlle y Ordóñez, ni Lenin había asaltado el Palacio de Invierno ni a nuestras costas habían llegado los primeros anarquistas europeos. Salíamos de las dictaduras de Latorre y Máximo Santos y en el mundo el señor Morse había patentado en Inglaterra la “telefonía sin hilos” y la primera central telefónica automática irrumpía en Indiana, naciendo allí mismo el discado telefónico.

En 1902, ya en el siglo XX, Marconi conecta Inglaterra con Canadá en la primera comunicación inalámbrica transatlántica. Un año después, Uruguay adhiere a la Primera Conferencia Telegráfica Internacional de San Petersburgo (la que se había creado en 1875) y, por ende, al Reglamento Telegráfico. Lo hace por ley 2.745, de mayo de 1902, y pasó a regirse obligatoriamente por ese reglamento.

En el año 1903 aparece en escena don Pepe Batlle al ser electo presidente de la República. Ese año en Berlín se constituye la Unión Radiotelegráfica Internacional en la que Uruguay fue representado por Alberto Sáenz de Zumarán. El Panza no, el bisabuelo.

En 1904, mientras el mundo cruzaba mensajes telegráficos y llamadas telefónicas por cables que atravesaban los mares, en Uruguay estallaba la primera guerra civil que era cubierta por los telégrafos de los incipientes medios de comunicación internacionales.

Para que se pudiera cubrir las alternativas de la revolución de Aparicio Saravia con mayor amplitud, el gobierno uruguayo firma un contrato con Telefunken para instalar una estación radiotelegráfica en el Cerro de Montevideo.

Samuel Morse y don Pepe Batlle: un solo corazón

En 1905, Pepe Batlle hace de las suyas y por Ley 2.980 del 22 de julio de 1905 dispone para las concesiones: “Queda establecido y deberá hacerse constar en la respectiva escritura de concesión que el Estado podrá expropiar las líneas y demás instalaciones de la compañía en cualquier época, después de trascurridos los primeros 25 años de haber sido libradas al servicio público” .

En 1907 el estado adquiere la mayor empresa privada de telégrafos y teléfonos, la Platino-Brazilian.

Ya en los primeros años del siglo XX se hacían frecuentes los viajes de los funcionarios al otro continente. Un señor Constanzo, en ese entonces director de Correos, viaja a Berlín, en donde nacen dos ámbitos de regulación paralelos, pero diferentes, cables e inalámbricos.

En 1908 se dispuso por ley la instalación de 14 estaciones radiotelegráficas en todo el litoral costero desde el Chuy, y el mismo año se contrató a Marconi para instalar una estación radiotelegráfica en Punta del Este.

En 1912 don Pepe dispuso que todos los buques que condujesen pasajeros entre puertos de la república deberán contar con estación radiotelegráfica a bordo.

En 1914, cuando comienza la Primera Guerra Mundial, el Estado unifica bajo su propiedad y gestión toda la red telegráfica nacional con la adquisición de la empresa Telégrafo Oriental.

Ya en ese momento, Uruguay había ratificado mediante ley las Convenciones Telegráficas Internacionales de Berlín y Londres.

TERCER ACTO: EL CENTENARIO

En 1915, durante la presidencia de Feliciano Viera, la Ley 5.356, dispone la reorganización de los correos, telégrafos y teléfonos. El capítulo 1 se titula El monopolio de correos, telégrafos y teléfonos y dispone que “los tres servicios sean explotados exclusivamente por el Estado y sin perjuicio de los derechos concedidos a empresas particulares por leyes especiales. El monopolio de las comunicaciones telefónicas de la ciudad de Montevideo empezará a hacerse efectivo en cuanto se establezca la red telefónica nacional”.

En 1918, con el final de la Primera Guerra Mundial se otorga competencia a la Administración General de Correos, Telégrafos y Teléfonos para el mejoramiento de los servicios existentes y la implantación de nuevos servicios.

En 1919 la ley deja abierta a la libre concurrencia la explotación de servicios cablegráficos, mientras la Administración General de Correos, Telégrafos y Teléfonos no ofrezca este servicio. De esta libre concurrencia quedan excluidas las comunicaciones internacionales.

Campeones olímpicos

En 1924 Uruguay obtiene en París el triunfo en las Olimpíadas y una foto del presidente de Estados Unidos, Calvin Coolidge es enviada de Nueva York a Londres por fax inalámbrico.

En 1925 las empresas privadas de teléfono eran 29 en todo Uruguay y en 1928 ingresó el servicio de teletipos mecanográficos y, por ende, la trasmisión de datos.

Nos enteramos así, por teletipo, de la medalla olímpica de oro que obtuvo Uruguay en Ámsterdam.

En 1931 se aprueba la Ley 8.767: “UTE: se autoriza al directorio para tomar a su cargo la construcción y el monopolio de las comunicaciones telefónicas”. En su artículo 1º se establece “el monopolio de las comunicaciones telefónicas por cable en todo el país”.

También se faculta al directorio a expropiar las empresas que estén funcionando en ese momento de acuerdo a la ley, siempre que convenga al interés público.

Debe destacarse que el monopolio otorgado a UTE por esta ley fue de las comunicaciones telefónicas por cable y no abarcaba a la radiotelefonía –que aún era poco conocida– ni al telégrafo, que era explotado por la Administración de Correos, Telégrafos y Teléfonos.

El ejército del Ebro

En 1927 se habían comenzado los trabajos de coordinación entre la Unión Telegráfica Internacional y la Unión Radiotelegráfica Internacional. Cinco años más tarde, en 1932, en el Madrid de la República Española, entre los milicianos y las barricadas, se fundó la Unión Internacional de las Telecomunicaciones –se inventó la palabra en cinco idiomas– y se define telecomunicaciones como “toda comunicación telegráfica o telefónica de signos escritos, imágenes y sonidos de cualquier naturaleza, por hilo, radio u otros sistemas o procedimientos de señalización eléctrica o visual”. Uruguay fue uno de los 76 países fundadores.

El 31 de marzo de 1933 se produce en Uruguay un golpe de Estado. Lo da Gabriel Terra. Ese mismo año se ratifica la Convención de Madrid y la palabra telecomunicaciones aparece por primera vez en el derecho positivo uruguayo.

Por decreto se segregó el Servicio Telegráfico del Correo, quedando primero bajo la órbita del Ministerio de Industria y después, del Ministerio de Defensa Nacional.

En 1939 comienza la Segunda Guerra Mundial. En 1942 se establece por decreto “la suspensión de las telecomunicaciones entre la República y Alemania, Italia, Japón y los Estados o territorios ocupados por dichos gobiernos”.

En 1946 se inventa el celular y se inaugura la telefonía móvil inalámbrica por la empresa Bell en St. Louis, Missouri, mediante la aplicación del sistema MTA.

En 1947 la UTE adquiere la última empresa telefónica privada del interior, la Unión Telefónica de Flores.

Ese mismo año en Atlantic City se cambia la definición de telecomunicaciones que permanecerá incambiada hasta el día de hoy: “Toda trasmisión o emisión o recepción de signos y señales, escritos, imágenes, sonidos o informaciones de cualquier naturaleza, por hilo, radioelectricidad, medios ópticos u otros sistemas electromagnéticos”. Uruguay firma el convenio, pero luego no lo ratifica.

La delegación uruguaya la integraban una docena de personas, civiles, militares, policías, políticos, técnicos, empresarios y representantes de gremiales empresariales.

En 1948 la telefonía inalámbrica se ofrecía en 60 ciudades de Estados Unidos.

En 1952, en buenos Aires se mantiene la definición de telecomunicaciones y se adoptan otras definiciones más:

-Telefonía: “Un sistema de telecomunicación para la trasmisión de palabra o, en algunos casos, de otros sonidos”.

-Servicio internacional: “Un servicio de comunicación entre toda combinación posible de oficinas o estaciones fijas, terrestres o móviles que no se hallen en el mismo país o pertenezcan a países diferentes”.

-Servicio móvil: “Un servicio de radiocomunicación entre estaciones móviles y estaciones terrestres o entre estaciones móviles”.

-Servicio de radiodifusión: Un servicio de radiocomunicación que efectúe emisiones destinadas a ser recibidas directamente por el público en general. Este servicio puede comprender emisiones sonoras, de televisión, de facsímil o de otro género”.

Uruguay firmó éste convenio que se ratificó por ley en 1956.

“La ley 12.082 del 16-2-1953 autoriza a UTE a explotar los servicios telefónicos nacionales o internacionales, mediante la complementación de los circuitos de cables, con tramos inalámbricos por radio”.

Debe recordarse que el monopolio reconocido a la UTE por la Ley 8.767 de 1931 se limitaba a las comunicaciones telefónicas por cable a todo el país. Por tanto, las inalámbricas quedaban fuera de su competencia. Esta nueva previsión legal le permite a UTE complementar la trasmisión por cable con tramos inalámbricos por microonda.

CUARTO ACTO: COMO EL URUGUAY NO HAY

En 1954 se produjo la derrota de Uruguay en el Campeonato Mundial de Fútbol. Hungría nos ganó, batiendo al último campeón del mundo. Ese año también se firmó el decreto 23.759 del servicio Télex, un servicio de datos particulares: “El servicio Télex es un servicio de abonados a la red nacional de telecomunicaciones que les permite a los usuarios comunicarse directa y temporalmente entre sí por medio de aparatos arrítmicos”. Ese servicio consistía en la trasmisión de datos entre particulares por medio de una teleimpresora, por el cual los textos que se mecanografiaban en un extremo eran impresos en forma simultánea en cintas perforadas en el otro extremo.

Dos años después, en 1956, Uruguay aprobó la Ley 12.273 que ratificó la Convención Internacional de Telecomunicaciones de Buenos Aires, que contenía las definiciones de telecomunicaciones, radiocomunicaciones y servicios móviles, entre otras. Faltaban 18 años para la creación de Antel, pero el organismo empezaba a sustentarse.

Las décadas del 50 y el 60 fueron tiempos de avances importantes en las telecomunicaciones: en 1956, en Suecia se comenzó a ofrecer el servicio de telefonía móvil inalámbrica y se instaló el primer cable transatlántico exclusivo para telefonía entre Inglaterra y Estados Unidos. En 1960, se registró la patente de la fibra óptica y de los emisores láser; en 1963 se produjo la aparición comercial del teléfono de tonos, lanzado por Western Electric; y en 1964 Xerox patenta y lanza el primer servicio comercial de fax ofrecido al público.

En 1967, Uruguay fue sede del Campeonato Mundial de Basketball. El torneo se disputó en el Cilindro Municipal, un escenario que se había construido once años antes para realizar la Exposición Nacional de la Producción y que fue remodelado especialmente para albergar ese torneo. Ese año el Poder Ejecutivo dictó la resolución 839/967 que creó una comisión para estudiar “la creación de un Organismo Nacional de Telecomunicaciones”, al considerar que la “integración de todos los sistemas de telecomunicaciones” era de imprescindible y urgente necesidad, empleando medios que “puedan ser comunes a los diferentes tipos de telecomunicaciones”. Un año después, el artículo 205, literal C, de la Ley 13.637, se refirió expresamente a las tasas aplicadas al servicio de radiollamada “bidireccional” que se brindaba a empresas particulares. El monopolio se le otorgó a UTE.

Pacheco Areco: Sabemos cómo hacerlo

La muerte del presidente de la República general Óscar Gestido no cortó el avance de este proceso. En 1969 un decreto del gobierno de Jorge Pacheco Areco creó una comisión para estudiar “la utilización y el aprovechamiento integral de los equipos eléctricos y electrónicos de procesamiento de datos en el sector público”, y un año después se le otorgaba la calidad de permanente a la denominada Comisión Nacional de Informática, que trabajaría en un plan de desarrollo de esa área.

En 1970, también por decreto del gobierno, se traspasó a UTE el servicio de Télex. El argumento fue la necesidad de “evitar la duplicación de sistemas”, ya que el mantenimiento, operación y ampliación eran “muy onerosas para el país”. Pero en ese mismo decreto se planteó que el organismo encargado de las telecomunicaciones debería ser “un ente comercial, con la más amplia autonomía, pues la eficiente prestación de un servicio público de este tipo requiere una gran agilidad administrativa y operativa con el objeto de mantener en forma eficiente los sistemas de telecomunicaciones, y previendo su ampliación y rápida modernización de acuerdo a las crecientes necesidades nacionales e internacionales y al imperio de los avances de la técnica, estos últimos cada vez más acelerados e incesantes”.

La creación de Antel ya estaba próxima a concretarse. En 1971, una resolución de los ministerios de Industria y Comercio y de Relaciones Exteriores le otorgó valor a un documento electrónico. Así, el mensaje Télex se convirtió en una forma válida de “formalizar acuerdos internacionales para la explotación de servicios de telecomunicaciones”. Ese valor era precario y debía ser ratificado por el Poder Ejecutivo. En el mundo, las telecomunicaciones seguían avanzando a un ritmo inusitado: en 1973, en Nueva York, un ingeniero de Motorola llamó desde su teléfono móvil celular de mano (handheld) a sus rivales de Bells Labs para avisarles que no se preocuparan, que ya habían creado un dispositivo que años después cambiaría la vida de las personas a lo largo y ancho del mundo.

Tú también, Brutus

El golpe de Estado encabezado por el dictador Juan María Bordaberry y por los mandos militares de la época sumió al país en uno de los procesos más oscuros de su historia. Miles de presos políticos y cientos de detenidos desaparecidos y las restricciones a la libertad de toda la sociedad fueron el resultado del período dictatorial. Pero en ese período las telecomunicaciones no detuvieron su avance.

El 21 de febrero de 1974, el Poder Ejecutivo envió un mensaje al Consejo de Estado en el que planteaba la creación de la Administración Nacional de Telecomunicaciones (Antel). En esencia, se le transfería a este organismo las competencias de UTE sobre los sistemas de telecomunicaciones del país, como los servicios públicos, los servicios privados, radiodifusión, radioaficionados. Para esto, se aseguraba que Antel cumpla “con sus cometidos específicos en cualquier otra actividad vinculada a las telecomunicaciones que pudiera aparecer en el futuro”.

Finalmente, el decreto 14.235 dispuso la creación de Antel y se le otorgó el monopolio de todos los servicios de telecomunicaciones urbanos y de larga distancia, naciones e internacionales, así como “el control de toda actividad vinculada a las telecomunicaciones, tanto públicas como privadas”. Esto incluía los servicios ya existentes y los que se desarrollaran en el futuro, salvo una serie de emisiones radioeléctricas (como, por ejemplo, los servicios de radio en taxis y ambulancias).

La última medida relevante del período dictatorial en materia de telecomunicaciones ocurrió el 20 de noviembre de 1984, cinco días antes de las primeras elecciones democráticas en Uruguay en más de una década. Se creó la Dirección Nacional de Comunicaciones, en la órbita del Ministerio de Defensa Nacional, que se encargaría de coordinar y controlar los servicios radioeléctricos y de televisión por cable. Ese decreto derogó varios artículos de la ley de creación de Antel; su efecto más palpable fue la derogación del monopolio estatal sobre la televisión por cable, que quedó asimilada al régimen de la radiodifusión; una medida que se adoptó diez años antes de que el servicio de televisión por cable se instalara en el país.

El período de Julio María Sanguinetti pasó sin muchas novedades en este rubro y se debió esperar a que Luis Alberto Lacalle asumiera la presidencia para que el tema de las telecomunicaciones volviera al tapete de la discusión pública. Se trató de la Ley de Empresas Públicas (Ley 16.211), con la cual el gobierno nacionalista pretendió privatizar varios de los servicios públicos, entre ellos, Antel. Pero el triunfo del recurso referéndum puso un freno al proceso privatizador, lo que implicó volver a la situación inmediatamente anterior, como si este nunca hubiera ocurrido.

Como el anterior, el segundo gobierno de Sanguinetti no tuvo hechos de destaque en este mundo, pero eso cambió con el gobierno de Jorge Batlle. En 2001, el monopolio de las telecomunicaciones fue afectado por la sustitución de varios artículos de la Ley Orgánica de Antel, que en los hechos eliminó el monopolio estatal en telefonía internacional. Esta medida tenía la posición contraria de los gremios y del Frente Amplio, que comenzaron a recolectar firmas para un nuevo referéndum revocatario. Cuando la Corte Electoral anunció al Poder Ejecutivo que las firmas ya se habían alcanzado, el presidente Batlle se adelantó y presentó un proyecto para derogar los dos artículos cuestionados, lo que se aprobó en agosto de 2002. Se retornó de esta forma al régimen vigente en 1974, previsto en la Ley 14.235, y el Estado retomó el monopolio de las telecomunicaciones internacionales.

El triunfo del Frente Amplio implicó un avance sustancial en el ente de las telecomunicaciones, con un freno a las ideas privatizadoras. Eso quedó de manifestó al firmarse el TIFA entre Uruguay y Estados Unidos. El acuerdo excluyó expresamente la competencia en áreas en las que existe monopolio estatal, lo que incluía los negocios de Antel, Ancap, UTE y OSE. A eso se sumó la Ley 18.046, que le otorgó a Antel la exclusividad en materia de servicios fijos aun radioeléctricos y por conmutación de paquetes IP. Si bien no se le concedió el monopolio del servicio, sí se determinó quién estaba a cargo de la regulación.

Tras varios años de debate, y ya con José Mujica en la Presidencia de la República, se aprobó la última norma relevante en materia de telecomunicaciones: la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. Esta norma expresamente sólo regula los servicios audiovisuales, entendiendo por ellos los que proporcionan una oferta estable de señales de radio y televisión. En su artículo primero establece inequívocamente que no regula las redes y servicios de telecomunicaciones, ni los servicios de comunicaciones que utilicen la red de protocolo internet. Es equivocado, entonces, que los cableoperadores pretendan prestar servicio de telecomunicaciones (trasmisión de datos) por su red, cuestionando la constitucionalidad de la Ley de Servicios Audiovisuales. No es la ley de medios la que no hace posible a particulares la prestación de servicios de telecomunicaciones por soportes físicos, sino la ley que establece inobjetablemente el monopolio de Antel. Tras un primer fallo favorable a la constitucionalidad del artículo 56 de la ley, la Suprema Corte de Justicia cambió en forma “sorprendente” su posición y declaró su inconstitucionalidad. Pero la imposibilidad de Ursec de otorgar licencias para trasmisión de datos a particulares no tiene nada que ver con el interés general ni con la constitucionalidad o no del artículo 56 de la ley de medios. El monopolio de Antel tiene un sustento histórico, un marco legal y el respaldo de la ciudadanía en una consulta histórica. Los intereses particulares de las empresas siempre se han opuesto al monopolio de Antel, pero lo único cierto es que en estos años Antel se transformó en una de las empresas más importantes del país y sus negocios comenzaron a trascender fronteras. Y todo esto, siendo una empresa pública.

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